Cuando una pareja intenta concebir sin éxito, una de las frases más escuchadas es: “relájate y verás cómo llega el embarazo”. Aunque dicha recomendación suele nacer de la buena intención, puede generar frustración. El vínculo entre estrés y fertilidad existe, pero no siempre de la manera simplista en la que se plantea. En este artículo repasamos lo que la ciencia ha descubierto sobre el tema y qué herramientas pueden ayudar a manejar mejor la presión emocional en este proceso.
Estrés y sistema reproductivo: qué sabemos
El estrés es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones de tensión o amenaza. Implica la liberación de hormonas como el cortisol y la adrenalina, que tienen efectos en múltiples órganos y sistemas, incluido el reproductivo.
En la mujer, un estrés crónico puede alterar el ciclo menstrual y la ovulación. En el hombre, influye en la calidad del semen. Sin embargo, el grado de impacto varía y depende de factores individuales.
Algunos efectos observados en la investigación científica son:
Alteraciones en la regularidad de la ovulación.
Disminución de la libido.
Cambios en la calidad seminal (movilidad y concentración de espermatozoides).
Mayor probabilidad de abandono de tratamientos de fertilidad debido a la carga emocional.
¿El estrés impide el embarazo?
Una pregunta frecuente es si el estrés, por sí solo, puede causar infertilidad. La respuesta es no en la mayoría de los casos. La infertilidad suele tener causas médicas específicas, como problemas ovulatorios, alteraciones en el semen o patologías ginecológicas, que mencionamos con detalle al explicar las principales causas de infertilidad femenina y cómo diagnosticarlas.
Lo que sí ocurre es que el estrés puede complicar la situación existente, agravando algunos síntomas o dificultando la adherencia a los tratamientos. Además, puede influir en la calidad de vida y en la relación de pareja, factores que también son relevantes en el camino hacia la concepción.
Un aspecto importante es que no todas las personas responden igual al estrés. Algunas mujeres experimentan desajustes hormonales evidentes, mientras que otras mantienen ciclos regulares a pesar de pasar por momentos de gran presión. En los hombres ocurre algo similar: hay quienes presentan una caída temporal en la concentración espermática, mientras que otros no muestran alteraciones significativas.
Estrés durante los tratamientos de fertilidad

Iniciar un tratamiento como la inseminación artificial o la FIV suele generar expectativas altas y, a la vez, incertidumbre. Los ciclos hormonales, las pruebas y la espera del resultado contribuyen a elevar el nivel de ansiedad. Diversos estudios han mostrado que los pacientes sometidos a técnicas de reproducción asistida presentan mayores niveles de estrés que la población general.
El miedo al fracaso, la presión económica de los tratamientos y el desgaste físico por la medicación son factores que se suman a la carga emocional. Esto explica por qué, en ocasiones, las parejas deciden interrumpir los ciclos aunque existan probabilidades razonables de éxito. La vivencia emocional, por tanto, no es un detalle secundario, sino una parte fundamental del proceso.
Por esta razón, hoy en día muchas clínicas recomiendan acompañar los tratamientos con apoyo psicológico especializado, un recurso del que hablamos en detalle en el artículo sobre acompañamiento psicológico en reproducción asistida: por qué es fundamental.
Cómo reducir el impacto del estrés
Aunque eliminar por completo el estrés es imposible, sí se pueden aplicar estrategias para disminuir su intensidad y afrontarlo de una manera más sana. Algunas de las más recomendadas son:
Practicar técnicas de relajación como yoga, meditación o respiración consciente.
Mantener actividad física regular, adaptada a cada persona.
Establecer rutinas de sueño reparadoras.
Buscar espacios de ocio y desconexión más allá del proceso de fertilidad.
Compartir emociones con la pareja o con grupos de apoyo.
Contar con ayuda profesional cuando la ansiedad resulta difícil de manejar.
Además de estas recomendaciones generales, hay enfoques complementarios que pueden ayudar. Algunas personas encuentran alivio en terapias como la acupuntura, la musicoterapia o incluso el mindfulness adaptado a la fertilidad. Aunque la evidencia científica no siempre es concluyente, lo cierto es que cualquier técnica que reduzca la ansiedad sin efectos secundarios puede ser beneficiosa.
La importancia del acompañamiento emocional
El estrés no se puede medir en cifras exactas como un análisis de sangre, pero su impacto emocional es profundo. Muchas personas viven la búsqueda del embarazo con sentimientos de frustración, miedo o comparación con quienes lo consiguen con rapidez. Reconocer estas emociones y buscar apoyo adecuado es parte esencial del cuidado de la salud reproductiva.
No hay que olvidar que el entorno social también influye. Comentarios como “ya se te pasa el arroz” o “tienes que relajarte” pueden aumentar la presión y el sentimiento de culpa. Aprender a poner límites y comunicar cómo afectan estas frases es otra forma de proteger la salud emocional.
Incluso en los casos en los que se necesita recurrir a técnicas como la ovodonación o la donación de esperma, mantener la serenidad y la confianza en el proceso ayuda a vivir la experiencia con mayor bienestar. La ciencia ofrece alternativas, pero la fortaleza emocional permite recorrer ese camino de manera más sostenible.
Conclusión
El estrés por sí mismo no suele ser la causa principal de infertilidad, pero sí influye en la experiencia reproductiva y puede dificultar los procesos médicos y emocionales asociados. Atender a la salud mental, tanto como a la física, es un paso clave para transitar este camino con mayor serenidad y confianza.
En definitiva, concebir no depende únicamente de la biología: también es un proceso vital cargado de expectativas, emociones y decisiones. Aprender a manejar el estrés y apoyarse en recursos profesionales puede marcar una diferencia significativa en la forma de vivir esta etapa.
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Staff
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